La metáfora del canibalismo en el romance
¿Es posible amar tanto a alguien que deseas devorarlo? ¿O ser devorado?
Siempre me interesó el canibalismo y sus discípulos: Jeffrey Dahmer, Hannibal Lecter, Armin Meiwes. Existió desde el comienzo de la humanidad, los guaraníes, por ejemplo, lo practicaban con el objetivo de conseguir adoptar las aptitudes o capacidades de sus víctimas. Sin embargo, me llamó aún más la atención el uso del recurso del canibalismo en la literatura romántica. ¿Cómo algo tan asqueroso y violento puede ser producto del amor? ¿Es posible amar tanto a alguien que deseas devorarlo? ¿O ser devorado?
Este tópico se encuentra en la biblia, por ejemplo. En la “Última cena”, donde Jesús le ofrece a sus discípulos comer el pan, como si fuese su cuerpo, y el vino, como su sangre.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; porque esto es el cuerpo de mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es la sangre de mi sangre” (Mateo 26:26).
Podría considerarse poético, quizás. Coman de mí, beban de mí. El entregarse, alimentar a otros con tu propio cuerpo, tus propias tripas. Personalmente, considero que solo es un recurso lírico y romántico, cuando es crudo y mutuo. Nada de cocinar, cortar y rebanar; no debe tratarse de asesinar, para después disfrutar como una mera cena. Dentro de esa escena no existe tal conexión. Debe huir de la morbosidad, del fetiche, para refugiarse en la idea de alimentarse de la otra persona. Consumirla, despedazarla, poseerla. Actuar sobre el sentimiento carnal de querer estar cerca de alguien, tan, pero tan cerca, que la piel y los huesos estorban.
Ethel Cain, una cantante estadounidense, toca el tema del canibalismo en su álbum Preacher’s Daughter. En una entrevista hecha por Dani Ran, expande la idea anterior y desde su experiencia, cuenta lo siguiente:
“Cuando era niña, tenía este vívido escenario imaginario, como cuando eres niño y no sabes qué es el sexo y tienes estos enamoramientos por personas que no puedes explicar, hay una necesidad de intimidad física que no puedes explicar con el sexo, así que siempre imaginaba que quería abrirme y atraer a alguien dentro de mí y devorarlo. Sentía que tenía que poner a las personas dentro de mí para amarlas (…) Creo que hay una similitud entre el canibalismo y no poder acercar lo suficiente a alguien que amas, así que tienes que devorarlo literalmente, y aun así eso no es lo suficientemente cercano.” (Cain, 2022).
Adentrándonos en el universo cinematográfico, un buen objeto de análisis es Bones and All (2022), una película que nos introduce a un mundo con personas naturalmente caníbales, hambrientas de otros humanos. Son diferentes a los demás, por lo que se aíslan y esconden. En este caso, se alimentan crudamente y lo necesitan para sobrevivir. La peculiaridad que posee este audiovisual, es que, en varias ocasiones, los personajes se cuestionan la moralidad de su accionar e intentan resistirse a su naturaleza.
Maren y Lee, los protagonistas, se conocen cuando ella escapa de su hogar, luego de un episodio caníbal. Eventualmente, Lee la ayuda a acostumbrarse a su nueva vida y a alimentarse, enamorándose en el proceso. En algún punto de la historia nos enteramos de que ciertos caníbales poseen experiencias inmersivas con sus víctimas, en las que comen “hasta los huesos”. Sí, literalmente, los huesos. Esto es representado por otros personajes como un evento canónico en toda vida caníbal, un antes y un después, que aún los protagonistas desconocen.
Regresando a nuestro punto de interés, en los últimos minutos, él resulta herido y mientras se desangra, le pide —le ruega— que se alimente de su cuerpo. “I want you to eat me. I want you to feed. It’s the easiest thing, Maren, love. Just love me and eat me, bones and all.” Hasta los huesos. Ella acepta y lo hace como un acto de amor, siendo la forma más extrema de fundirse con su amado, de conservarlo en algún rincón de su ser para siempre.
En este caso, lo percibo como un acto romántico y desinteresado, porque, ¿qué es el amor, si no una entrega completa? Quieren ser parte del otro, él desea que ella se alimente de su cuerpo y así, decide morir; entregándose por el resto de la eternidad hacia ella, nutriéndola y dejando de respirar, al compás de sus bocados.
El canibalismo interpelado por el amor, no es solo una materia fílmica, sino que también está presente en la literatura. No son inéditas las metáforas donde se desdibuja la línea entre el amor y la pasión, entregándole el corazón a un amante, o arrancándolo, o bebiendo la sangre, o mordiendo la piel.
Incluso lo vemos plasmado en la música, como cuando Gustavo Cerati canta, “¡Ah! Come de mí, come de mi carne / ¡Ah! Entre caníbales / ¡Ah! Tómate el tiempo en desmenuzarme” (Entre Caníbales de Soda Stereo). Creando una metáfora que compara el sexo lujurioso y violento, con el ser comido vivo.
Hay un texto de Hélène Cixous, que personalmente me fascina, donde profundiza en el vínculo entre amar a una pareja y poseer apetito de ella, además del límite que existe entre aquello:
“Para nosotros, comer y ser comidos pertenecen al terrible secreto del amor. Amamos solo a la persona que podemos comer. A la persona que odiamos 'no la podemos tragar'. Esa nos hace vomitar. Incluso nuestros amigos son incomestibles. Si se nos pidiera profundizar en la carne de un amigo, sentiríamos asco. La persona que amamos solo soñamos con comerla. Es decir, nos deslizamos por el filo de esa navaja de la ambivalencia.
La historia del tormento en sí es muy hermosa. Porque amar es querer y poder devorar y, sin embargo, detenerse en el límite. Y allí, en el más pequeño latido entre saltar y detenerse, irrumpe el miedo. El salto ya está en el aire. El corazón se detiene. El corazón despega de nuevo. Todo en el amor está orientado hacia esta absorción.
Al mismo tiempo, el amor verdadero es un no-tocar, pero aún así un casi-tocar. El tacto en sí mismo: un toque fantasma.
Cómeme, amor mío, o sino te voy a comer yo a ti.
Miedo a comer, miedo a lo comestible, miedo por parte de uno de ellos que se siente amado, deseado, que quiere ser amado, deseado, que desea ser deseado, que sabe que no hay mayor prueba de amor que el apetito del otro, que se muere por ser devorado, que dice o no dice, pero que significa: te ruego, cómeme. Quiéreme hasta el tuétano. Y, sin embargo, hazlo de manera que me mantengas con vida. Pero a menudo me doy la vuelta o hago compromisos, porque sé que al final no me comerás, y te insto: muérdeme.
Firma mi muerte con tus dientes.”
— Hélène Cixous, Stigmata: Escaping Texts
Podríamos, a su vez, considerar a los besos como este “casi-tocar” del que habla Hélène. Como si fuese un indicio de que amar involucra el deseo de consumir, comerse a alguien figurativamente. ¿Acaso habrá un universo donde lo llevemos más allá? En algún lado encontré una cita que, considero, refleja aquel deseo: “Comenzaría por los labios y terminaría haciendo espacio entre sus costillas para seguir con el corazón”.
Por otra parte, me gustaría indagar en el programa Yellowjackets (2021). La serie trata sobre un equipo de jugadoras de fútbol de secundaria que sobreviven a un accidente aéreo, quedando varadas por 19 meses en una zona desamparada dentro de Canadá. Nos muestran cómo las protagonistas logran la supervivencia en un bosque invernal y naturalmente, recurren al canibalismo.
La cuestión es que en los momentos donde deciden actuar de esta forma, es por la creencia de que “lo salvaje” quiere que lo hagan, como si de un acto de fe se tratase. Se convierten en un culto, donde son capaces de asesinarse entre ellas, si es que sienten que “el bosque” lo desea así.
Nuestro primer acercamiento al canibalismo, en este caso, es cuando Shauna (la protagonista) está teniendo una conversación con el cadáver congelado de Jackie (su mejor amiga). Es en el momento en el que Shauna decide acomodar el cuerpo, que la oreja de su mejor amiga se desprende. Sin pensarlo demasiado, se la guarda en el bolsillo, para más tarde sacarla, contemplarla y comérsela.
Si bien esta escena puede parecer perturbadora o insensible, es más profunda que eso. Shauna estaba hambrienta, pero también carecía de la presencia de su mejor amiga. La extrañaba, la amaba, habían discutido antes de su oportuna muerte y continuaba aferrándose a su cuerpo inerte. Tal vez lo mejor que podría haber hecho en un momento como ese, era aquello, intentar — de forma extrema — volver a sentirla, de forma física, terrenal, íntima.
Más adelante en la historia, ya sumergidas en el profundo sufrimiento invernal, las chicas deciden que para hacer el duelo de Jackie, lo mejor sería incinerar su cuerpo. Realizan una pequeña ceremonia y sobre una hoguera, dejan al cuerpo carbonizarse. Inesperadamente, nieve cae sobre él y el fuego muere, por lo que el cuerpo no termina por quemarse, pero sí por asarse. El olor las despierta y convencidas de que “el bosque” había tomado la decisión por ellas, lo devoran.
Nuevamente, se presenta la idea de la amistad y el amor como un motivo para nutrir y alimentar. Si bien esta trama fluctúa con cultos, delirios y los fantasmas de la supervivencia, hay un factor común: el hambre. En este caso, se encuentran hondamente hambrientas y el cuerpo de su amiga finaliza su tortura. Es una escena salvaje e incluso primitiva, la forma en la que despedazan la carne y la saborean después de días de no probar bocado. Sin embargo, de eso se trata, ¿no? Dejar de oponer resistencia a aquel instinto animal.
No poseo respuestas para estos dilemas, solo admiración por el concepto; la dualidad del amor y la violencia, lo sublime y lo grotesco, lo humano y lo inhumano. Al fin y al cabo, es la idea de una interpretación suprema del romance apasionado, de llevar el deseo de unión a un extremo violento, de amar hasta los huesos.
Atentamente, Lo.
Ame todo, de verdad es hermoso ❤